Por: Diógenes Armando Pino Ávila
“El canto vallenato” heredero
directo de la Tambora, al igual que esta, nace, crece y evoluciona en un
entorno rural, con olor a yerbas, arrullado por el trinar de los pájaros, bajo
la sombra de árboles centenarios, que bordeaban los caminos por donde los
campesinos, los vaqueros, los leñadores, los
pescadores transitaban en su cotidianidad. Este escenario descrito, incentivaba el magín
de estas personas sencillas y permitía que fluyera en forma espontánea la
melodía y después el mensaje del canto con que expresaban sus amores y
desamores, su admiración o su repudio hacia algunos actos y hechos de su
comunidad; otras veces cantaban deslumbrados a la naturaleza, a la belleza del
paisaje, a su mundo, ese pequeño universo que los circundaba.
En el jolgorio, toque o convite,
el cantador iniciaba el canto con los versos que serían “la contesta” o coro que las o los respondedores repetirían a lo
largo de la melodía, el cantador cantaba de memoria los pocos versos que había
compuesto y luego los espontáneos le acompañaban improvisando los suyos
propios. Esto hacía que el canto en algunos casos no tuviera unidad temática sino
que se refiriera a temas variados como una colcha de retazos y su hilo
conductor era únicamente el coro que finalmente le daba el nombre al canto. Es
decir, era una creación colectiva que no tenía un autor definido y por tanto
terminaban siendo parte del colectivo, engrosando el inventario cultural de
estas comunidades rurales. A todas estas, el canto era acompañado del currulao, la tambora, las maracas y las palmas de las respondedoras, es posible
que en el norte del Cesar y la Guajira se utilizara la caja, en Rioviejo Bolívar utilizan La tamborina que es un instrumento hibrido entre caja y currulao que
se toca con mambacos. (No había
ningún otro instrumento).
Andando el tiempo se depuró el
tema del canto, es decir empezó a tener unidad temática, para ello nuestros
compositores se valían del cuento, contaban historias de su cotidianidad,
hechos y ocurrencias que se daban en sus localidades y que servían para
criticar, otras para distensionar y servir de solaz y esparcimiento popular.
Más adelante, esos mismos relatos
mejorados salen de su entorno, ya que al hacer parte del repertorio popular, y
ser cantado fuera de la comunidad donde tuvo origen, y ser escuchado por
extraños, se constituyen en noticias que deslumbran y sorprenden a sus oyentes,
estos nuevos elementos cantan el mensaje oído y lo transmiten a nuevas
comunidades, haciendo posible que el mensaje cantado llegue mucho más lejos y
sea oído en remotas tierras de nuestra provincia.
Con el acompañamiento inicial de
la guitarra se fortalece el canto vallenato y comienza a deslindarse de la
tambora, pues la melodía es enriquecida por nuevas notas imposibles en la
rusticidad de la instrumentación negra e indígena de esta. Más tarde, con el
advenimiento del acordeón, toma definitivamente un camino diferente al del
canto primigenio La Tambora, y comienza a forjar su propia identidad y su
propia historia.
No obstante esa nueva identidad,
el canto vallenato conserva el ADN de su madre nutricia, pues conserva la
percusión, la estructura del canto y de alguna manera, aunque modificado, el
coro, y sobre todo la anécdota, la narración, el cuento.
Con la apertura que el país hizo
sobre la educación en las provincias, el canto vallenato recibe una nueva
fuente que le nutre, pues sus cuentos toman forma algo poética y utiliza, de
alguna manera, formas metáforicas elementales dándole a este un nuevo aire, una
nueva vida, sigue siendo en esencia un cuento bien contado, una noticia que
relata un hecho, una anécdota que sigue deslumbrando al oyente.
El canto vallenato evoluciona
hacia otras instancias líricas y el compositor toma de la poesía algunos
elementos almibarados, resaltando, si se puede, aún más su belleza, es la
música enamorada para enamorados, que sigue siendo un cuento bien contado y
bien cantado.
El canto vallenato era escuchado,
aplaudido, aprendido y cantado por un pueblo que lo valoraba por su contenido,
por la historia que contaba, esto le daba una perdurabilidad, una permanencia
en el tiempo. Más tarde, los cantos que guardaban esta línea, fueron catalogados
como “vallenatos clásicos”, por parte de los entendidos en la materia, quienes
se dieron cuenta que eran cantados por diferentes generaciones en diferentes
épocas, es decir, eran reutilizados, eran reciclados.
La modernidad irrumpió en el
mundo del vallenato y los jóvenes compositores y músicos en forma entusiasta
implementaron una serie de cambios en este canto incentivados por el auge
comercial y sus dividendos. En ese cambio olvidaron la norma de oro: “El
vallenato es un cuento bien contado”. Comenzaron en un proceso acelerado de
desarraigo, abandonando la vocación campestre de nuestro folclor y asumiendo
formas “urbanas” que la nueva ciudad de Valledupar le presenta a esa juventud
amante de la música, pero no del folclor, y comienzan una serie de innovaciones
musicales donde la letra, la noticia, el mensaje, el cuento pasa a un último
lugar.
Como resultado de estas
innovaciones encontramos, ya no “cantos” como nos lo enseñaron los mayores,
sino “canciones”, con poco contenido y ninguna tradición, se esfumaron los
“cantores” y aparecieron los
“cantantes”, seguidores de una cultura televisiva que utiliza micrófonos y
uniformes, y le dan más valor la sonoridad y a la rítmica que el mensaje, eso
hace que estas canciones de poco contenido, se conviertan en producto de
mercadotecnia, de fugaz existencia que el oyente olvida pasado el fervor de la
propaganda y campaña publicitaria que los conjuntos incentivan en las emisoras
locales.
El “canto vallenato” está a punto
de fenecer y en su remplazo ha venido la “canción” vallenata, es decir se
pierde un producto natural con un añejamiento que le daba un alto valor
agregado y parece que viene a ocupar su espacio, con mucha dificultad, un
vallenato artificial y plástico de poca durabilidad, no reutilizable y con el
logo indolente de no reciclable.
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