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miércoles, marzo 18, 2009

VOLVIÓ LA MAGIA DE LAS TAMBORAS


Por: Diógenes Armando Pino Avila


La noche del 14 de marzo, la magia inundó de nuevo a San Miguel de las Palmas de Tamalameque. Desde la tarima Pacha Gamboa en la plaza principal se elevaba al cielo, para luego cubrir toda la población, el hipnótico dum dum de las tamboras, como si los ancestros se hubieran dado cita para hacer notar el espíritu de nuestra raza. Se escuchaba a lo lejos el embrujo libertario de la tambora, como si quisiera gritar al mundo su inquebrantable vocación de vida y con su existencia y su terca resistencia a ser extinguida, escribía en el eterno pentagrama de nuestra historia que perduraría por siempre, como un activo intangible de nuestra riqueza cultural.


Si, esa noche flotó en el ambiente la magia de nuestra cultura, brotando de lo más profundo del imaginario colectivo del tamalamequero, la esencia de ese sincretismo racial y cultural que dio el crisol de las tres razas, que el río Grande de la Magdalena unió a sangre y fuego en el indisoluble maridaje que han llamado “cultura anfibia” o “cultura riana” y que es representativa de San Miguel de las Palmas de Tamalameque y de todos los poblados de la subregión denominada depresión momposina.


La feliz idea de un grupo de jóvenes: Armando Mier, Vladimir Senegoyd Pino Sanjur, Jairo Montesino Restrepo, Luis Beleño y otros, hizo posible el reencuentro de la cultura popular vernácula, pues en este evento que realizaron para mantener viva la tradición y la cultura rubricaron con fuego sobre los cueros de las hechizantes tamboras una página más de nuestra historia y sobre todo demostraron que lo dicho por el jesuita Gilberto Cely Galindo, en su libro El horizonte bioético de las ciencias, era cierto:


“La cultura articula lo humano con lo que no lo es y eleva a conciencia colectiva el ser-en-el-mundo-con-el-otro-y-con-lo otro, logrando que lo otro (cada uno de los seres no humanos de nuestra casa terrenal) y el otro (cada uno de los seres humanos) sean reconocidos y aceptados afectivamente por el yo y por nosotros, lo que a su vez tiene un eco en el otro y en lo otro”.


Aquí se dieron cita 20 compositores de cantos de tambora para mostrar ante propios y extraños sus composiciones sobre los más variados temas de la cotidianidad de nuestro entorno, le cantaron a todo, a la muerte, la que respetan pero no temen, a la guerra, que rechazan con las fuerzas que da la vida, al amor y sus conflictos, a la mujer que adorna la vida, a la naturaleza que nos sustenta, a ese milagro de Dios que llamamos vida.


Acompañados del marco musical de los dos grupos folclóricos de Tamalameque, esta veintena de compositores nos deleitó con su juglería, dónde le hicieron homenaje a ERNESTO GUTIERREZ MEJIA, nuestro desaparecido y entrañable amigo. Gracias a los organizadores, gracias a los participantes, gracias a los colaboradores, gracias a los grupos de planta y gracias al pueblo tamalamequero que volvió por los fueros de lo cultural. Ojalá esta experiencia se repita y ojalá en diciembre se haga el FESTIVAL NACIONAL DE LA TAMBORA Y LA GUACHERNA, como debe hacerse, como lo hacíamos antes, con el respaldo institucional y con el respaldo del colectivo tamalamequero, pues ahí demostramos nuestra identidad.

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