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sábado, febrero 04, 2017

Anotaciones críticas sobre las tamboras.

Por: Diógenes Armando Pino Ávila.

Los videos que hemos publicado sobre el XXIV Festival Nacional de la Tambora y la Guacherna llevaban como propósito fijar una mirada crítica sobre la forma como los grupos de Tambora han empezado a distorsionar el folclor que decimos amar.

La intención al hacer las críticas ha sido siempre el de sacudir las conciencias de los grupos, cultores, amigos y amantes de las tamboras para que retomemos la tradición y mantengamos puro nuestro folclor. Esta es la única manera de conservarlo y transmitirlo a las nuevas generaciones. Aclaro, no me molesta para nada las proyecciones, o mixturas de sones y ritmos que tengan a bien hacer, pero en los Festivales de Tambora, esos que buscan mantener viva la tradición de la cultura riana, pienso que, es un despropósito presentar como tambora, aires, ritmos, cantos, toques y bailes totalmente distorsionados y contaminados por folclor de otros pueblos ajenos a nuestra cultura.

Reconozco que cada grupo, cada integrante, hace un esfuerzo enorme por asistir a ensayos y por disponerse a viajar hacia los otros pueblos llevando la alegría de las tamboras, es por ese esfuerzo ingente y por respeto a los otros grupos que se debe llevar la tambora como es.

Está claro que la mayoría de las parejas, mujeres, levantan los brazos como si estuvieran bailando porro, somos conscientes de que algunas tocan palmas y todos sabemos que eso no es propio de las tamboras. La única manera en que las abuelas levantaban los brazos era cuando las acciones narradas por la cantadora lo exigían (Volá pajarito, El avión, Se encojó mi caballito, Recogé  la verdolaga, Etc.), solo en estos casos lo hacían para imitar los movimientos de las acciones narradas por el canto.

En este festival de Tamalameque corroboré que la mayoría de los parejos no bailan tambora, solo hacen un correteo por la tarima, (El maestro Carlos Alberto en uno de los comentarios pasados tocó dicho tema), los parejos hacen un desplazamiento, rápido, casi corriendo detrás de la pareja, es decir abandonan el baile y solo se desplazan corriendo, con esto pierde la gracia nuestro baile cantao. Con esta nueva forma de bailar, jamás las parejas bailadoras alcanzaran el clímax de este folclor, ese que permite que el espectador vea que las parejas se desplazan a varios centímetros sobre el piso, como si levitaran y eso solo se logra bailando la tambora como debe ser, con el rasca pié, es decir los pies planos sobre el suelo.

Todos sabemos que, en los cantos de tambora, el cantador o cantadora inician su canto con el coro, el que es respondido y a partir de ahí vienen los versos del canto. ¿Entonces para qué insistir en comenzar los cantos de tambora con unos versos diferentes y repiques de tambora y currulao como si fuera una cumbia?


Nuestros mayores lucían el sombrero con respeto y decían que esa prenda era la corona del hombre. Hubo más de una pelea por tomar de la cabeza el sombrero de otro hombre, nuestros mayores consideraban este acto como un irrespeto a la dignidad y a la hombría. El sombrero se portaba con gallardía sin importar el tipo o calidad del mismo. Quitarse el sombrero al entrar a misa o a una casa era norma de cortesía. Descubrirse la cabeza levantando el sombrero era una de las caballerosidades con que se premiaba la hermosura de las damas.  La tambora recoge estas expresiones, por eso el parejo se descubre ante la pareja y con cortesía la invita a bailar, luego con el sombrero le guía y le marca el camino a seguir en el baile. ¿Entonces por qué arrastrar el sombrero, por qué azotarlo contra el piso, por qué lanzarlo al aire y darles vueltas grotescamente?

Lo del vestuario es una discusión agotada, en las fotos vimos cuál ha sido la evolución del vestido en la tambora y quedó claro que el vestido de raso, línea de vestuario de Tamalameque, obedece a las telas y modas usadas en épocas pasadas y que le encargué a Edgar Guerra Noriega, modisto y bailarín para que nos orientara sobre el particular, de eso hace aproximadamente 40 años. El vestido oficial de la tambora, el que se escogió en el segundo Festival de Tamalameque, obedece a las orientaciones de Edgar y se fijó la falda larga de sayas la blusa con encajes y mangas largas o tres cuartas, con el faldón por fuera acogiendo algunos rasgos de la rebeldía de la mujer negra que nunca se acuñó el faldón de la blusa.

La flor de coral en la cabeza de la pareja fue consultada con bailadoras ancianas de la región, las que coincidían en el coral y que la posición de la flor en la cabeza indicaba si era señora o señorita, con esto se evitaban malentendidos con los hombres.

La pañoleta, la usaban nuestras abuelas cuando estaban con ropa de fiesta o viaje y las usaban las cantadoras anudadas al cuello para evitar el refrío en las noches de guacherna. En épocas pasadas, nuestros mayores a dichas pañoletas le daban el nombre de "colegallo" o "senseviere". El parejo y el cantador anudaban su pañuelo al cuello, igual que las parejas para evitar el resfrío.


Los instrumentos utilizados en La Tambora eran: La tambora, el currulao, el llamador y las maracas, a propósito de los festivales se introdujo el guache que entró a reemplazar las maracas. En Altos del Rosario Bolívar los ancianos batían unas tablas con mangos (parecidas a raquetas), es decir no tocaban palmas, (En su momento anoté que las largas jornadas de guacherna les obligaba a utilizar estas tablas para que sus manos descansaran y con el tiempo hicieron parte de su propia organología de las tamboras. En el municipio de Rioviejo encontré que no tocaban el instrumento llamado tambora, sino un híbrido entre caja y currulao, que no tocaban con las manos sino con los mambacos, a este instrumento ellos lo llaman tamborina.

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