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miércoles, septiembre 21, 2005

Guillermo Carbó Ronderos


Por: Diógenes Armando Pino Ávila

Conocí a Guillermo por allá en el año 1991, cuando se presentó a Tamalameque de sombrero sabanero, pantalón de lino blanco y camisa vaporosa del mismo color, terciada a su hombro una mochila Arauca y calzando abarcas trespuntá; andaba armado de una cámara fotográfica de alta resolución, una grabadora de periodista y un deseo desbordante y contagioso de entrevistar a todos los que de alguna manera tenían que ver con las Tamboras.

A mi me pareció un joven deslumbrado por la cultura anfibia, recién salido de su ciudad y extasiado por el dum dum sonoro y la danza hipnótica de las tamboras decembrinas, un cachaco más –pensé- disfrazado de caribe, pero cual no sería mi sorpresa al oírle decir que era de Barranquilla, me hablo con voz pausada, tranquila, me pidió que lo relacionara con los diferentes grupos que participaban en el festival, como en efecto lo hice; jamás dijo que había estudiado música, no hizo alarde de su profesión, antes por el contrario, habló con sencillez y amabilidad con todos, siempre asombrado por lo que oía y veía. Dos días después se fue.