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domingo, abril 13, 2014

Aproximación a la génesis de La Tambora.

Por: Diógenes Armando Pino Ávila

La escaza o ninguna bibliografía sobre el “baile cantao” denominado Tambora, hace difícil el estudio sistemático de este fenómeno musical y dancístico, practicado desde hace siglos por los moradores de la subregión denominada “La depresión momposina”, esta falta de documentación hace que esta manifestación cultural no sea tenida en cuenta a nivel nacional, ya que los estudiosos de estas expresiones populares no la conocen o la dan por extinguida.

Trataremos de hacer un esfuerzo para recrear la génesis de Las Tamboras en el contexto de la cultura del río, partiendo de la premisa que es el canto primigenio, fuente nutricia de los demás cantos de la costa Caribe colombiana. Su nacimiento se da en ese nicho ecológico sagrado que es el río Grande de La Magdalena, en esa región acunada en “una extensa hondonada localizada entre la llanura Caribe y las estribaciones de las serranías de Ayapel, San Lucas y Perijá”[1].

La “depresión momposina” es un territorio de aguas, bañada por cuatro grandes ríos: Magdalena, Cesar, Cauca y San Jorge, los que a través de innumerables caños alimentan a un sistema de ciénagas y humedales extensos, esto hace que sea la pesca uno de los renglones más socorridos de la economía de sus pobladores. Precisamente, el ser un “Territorio de agua” y el abandono tradicional del gobierno central ha dificultado por largos años la construcción de vías carreteables impidiendo su progreso y desarrollo económico, pero vale la pena anotar, que precisamente esa falta de comunicación, permitió que se mantuviera incólume La Tambora como manifestación cultural transmitida de padres a hijos.

A la llegada del español, gran parte de este territorio sobre las riberas del río Grande de La Magdalena, el grupo étnico Malibú lo poblaba, este pueblo “tenía un patrón de poblamiento lineal sobre los barrancos que bordean los cursos de los ríos, en viviendas dispersas y caseríos ribereños. A orillas del Magdalena establecieron poblaciones de alguna importancia como Mompós, Tamalameque y el mercado de Zambrano. (Reichel-Dolmatoff, 1951).”[2]

"Aún en 1.579 se distinguían dos grupos que hablaban idiomas emparentados: Los Malibú del Río y los Malibú de las Lagunas. Los Malibú del Río vivían principalmente en las poblaciones de Tamalameque, Tamalaguataca y Nicaho, así como los de la ribera entre esta región y Tenerife; mientras que los Malibú de las lagunas vivían entre las regiones de Senpeheguas, Panquiche (pancuiche), Potosí, Zapatosa, Simichagua y Soloba o Saloa".[3]  Estas dos citas nos ubican en el componente indígena que hizo parte de La Tambora y que con su aporte fortalecieron nuestra cultura riana.

A finales del siglo XVI se da con fuerza la conquista española, irrumpiendo el hombre blanco a nuestro territorio imponiendo su idioma, cultura y creencias y modificando el mundo local en cuanto a técnicas de producción y herramientas de trabajo, además impuso unas relaciones de poder  y sumisión sobre los indígenas de la región.

Más adelante, el blanco se da cuenta que el indio no tenía la fortaleza para desempeñarse en las labores de boga o en la minería, en su reemplazo introdujo al negro como esclavo, dejando el camino expedito para que se diera el cruce racial y se fraguara el sincretismo cultural y religioso donde se incubó La Tambora como expresión musical y dancística que hasta hoy nos identifica.

En este contexto sociocultural tuvo la nacencia La Tambora. Se me ocurre pensar que primero los Malibues emparentados con los Chimilas, en sus ceremonias y pagamentos, danzaban alrededor de un tronco hueco al que al final los negros cubrieron con parches de cuero en reminiscencias de los tambores de su África distante y añorada, por último el indio, el negro y el zambo vistieron prendas similares a la de los españoles completando el atuendo y parafernalia de nuestra música y danza.

Este canto primigenio era acompañado por las maracas indígenas, la tambora macho y hembra de los negros y el toque de palmas de los blancos, como únicos instrumentos.  La voz de las cantadoras y el coro de voces que contestaban el responso llevaban la melodía, en tanto movían sus cuerpos al ritmo de ese canto de melodía silvestre, mientras consumían licor para suavizar las penurias de su vida sometida al yugo español. Creo que este ambiente de compenetración socio-étnica fue el caldo de cultivo para que se diera el cruce racial dando origen a ese zambaje muy propio de la región de Loba.

La Tambora nace virgen en un ambiente rural, perfumada con el olor de las plantas que crecen y florecen en los barrancos del río, arrulladas por el murmullo de sus aguas, y alumbradas por la luna plateada que se inclina desde lo alto para besar la piel canela de las cimbreantes parejas que danzan con hipnóticos movimientos llenos de gracia y elegancia. En este momento de la historia las cantadoras cantan versos sencillos festejando la cotidianidad de la vida. Aquí no hay una unidad temática en el canto, son una variedad de temas y dichos que narran diferentes historias y sucesos de la vida del pescador, del leñador, del boga, esta variedad temática es unida solo por la melodía y por el coro o “contesta” que hace de hilo conductor para contar las historias. En este momento no hay ninguna pretensión estética, ni literaria al componer la letra de La Tambora, solo los anima el espíritu lúdico y festivo con que se deleitaran en la Noche de Guacherna.

Más adelante, estos cantos silvestres y sencillos, tomarán el camino de los playones, los causes de los ríos y los caños, navegarán por las aguas mansas de las ciénagas e irán sentando reales en otros poblados del vecindario y esa historia local contada a través del canto de Tambora, comienza a sufrir variaciones en un proceso de universalización en el entorno geográfico de la depresión momposina, donde los nuevos oyentes se apropiarán de esos versos incluyéndolos en esa memoria colectiva que se transmite de generación en generación.

Andando el tiempo la educación llega a estos apartados lugares, los curas jesuitas y algunas congregaciones religiosas inician la preparación escolar de los moradores de estos pequeños poblados, lo que se verá reflejado también en La Tambora, ya que la estructura de la letra de las canciones, tomará variaciones acogiéndose a la arquitectura, por decirlo de alguna manera, de la poesía española, aquí La Tambora cuenta una historia, un cuento que refiere hechos, personajes y  lugares conocidos por los pobladores.

Con la navegación de los barcos a vapor que arriman a nuestros puertos nos llegan noticias de otras formas musicales, la ranchera y la música de viento lo que necesariamente impacta La Tambora, pues su letra adquiere unidad temática y se cantan en tambora, historias completas, es decir La Tambora adquiere unidad en el mensaje de su letra. La tambora penetra por caminos, caños, ciénagas y ríos buscando sitios geográficos donde incubarse, y en efecto, llega a incubarse en toda esa extensa hondonada llamada depresión momposina, y en cada poblado donde llega, se recrea adquiriendo elementos singulares de ese sitio, es decir en cada espacio geográfico donde hizo escala La Tambora es la misma y es otra. La misma, por cuanto mantiene su fuente, su origen, y es otra, por los nuevos elementos que adquiere en cuanto a ritmo, instrumentación, voces y danza. Para aclarar este aspecto mencionaré grosso modo: El perillero, el baile bricao, y la tamborina de Ríoviejo, la tambora redoblá de San Martín, la tambora bajera y los gallitos de Altos del Rosario, la tambora corrida de Venancia Barriosnuevo en Hatillo de Loba, la tambora melódica de Angel María Villafañe en Barranco de Loba, la tambora alegre de Tamalameque. Todas estas tamboras diferentes, pero que siguen siendo la misma de la depresión momposina, dando una variedad que enriquece nuestro folclor.
Los vaqueros que transportaban ganado de a pie, de un pueblo a otro, para ser embarcados en los puertos del río, fueron transmisores y difusores de cultura, desde la depresión momposina hacia los pueblos más apartados, se puede decir entonces que los cantos de vaquería y las tamboras hicieron vida común por esos parajes y viajaron juntos en un periplo extraordinario de expansión, a tal punto que La Tambora llegó a todo el Magdalena Grande (departamentos del Magdalena, Cesar y Guajira), es decir, el reino de La Tambora cubrió este vasto territorio y que andando el tiempo, en estas nuevas latitudes, también sufrió un proceso de recreación y transformación, en cuanto a canto, baile e instrumentación, por ello es fácil aseverar que primero fue Tambora que vallenato y que este último tiene el ADN de La Tambora.

Esa Tambora que se acomodó en el Magdalena Grande recibió la influencia de la ranchera mexicana que se escuchaba en los bares y teatros de provincia y el sentido dulzón y sentimental de sus historias permearon su canto, comenzó ahí a imitar la letra de la canción mexicana y después se involucró la guitarra para acompañarla, lo que muchos años después, con el advenimiento del acordeón, que entró por la Guajira, dio origen a lo que hoy se conoce como música de acordeón y que los oriundos de Valledupar llaman música vallenata.

Afortunadamente en la depresión momposina La Tambora ha mantenido su esencia, y nuestros mayores no han dejado de practicarla y transmitirla a las nuevas generaciones para que perdure, por ello me regocija ver en cada festival el surgimiento de grupos de niños que practican este baile cantao como un signo de que La Tambora como canto primigenio nos hará visibles y diferentes en este mundo globalizado de hoy día.




[1] http://pueblosoriginarios.com/sur/caribe/momposina/depresion.html
[2] http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/arqueologia/prehisp/cp01.htm
[3] REICHF _ DELMATOF, Gerardo, Datos Histórico-Culturales sobre las Tribus de la Antigua Gobernación de Santa Marta, Bogotá, Banco de la República, 1.951, p. 105

1 comentario:

Anónimo dijo...

necesito la estructura del alegre y la tambora en la puya y el chandé